A las 5:15 de la mañana voy
caminado en las frías calles de la ciudad, la lluvia me permite ver el reflejo de las luces y los semáforos. Una
llovizna diminuta cae constantemente haciendo que camine más despacio, la música
que escucho por medio de mis auriculares me hacen pensar sobre la soberanía de
Dios y su cruz. Mientras camino, llego al semáforo y su reflejo se hace cada
mas intenso, la luz roja me impide continuar, me paro frente a él y espero, no
había ningún vehículo que viniera por la ruta pareciera que este semáforo fuera
puesto allí para mí. Unos minutos de espera se hacen eternos o me da la
sensación que el tiempo se detiene en ese instante, me pregunto a mi mismo ¿Qué
estoy haciendo aquí? Me envuelve interrogantes debido a que no me encuentro en
mi lugar de origen, no estoy donde crecí, donde tuve sensaciones, relaciones
significativas, donde Dios en su infinita sabiduría supo tratarme, donde cada
mañana uno sale y se encuentra con los personajes de siempre. Sin embargo aquí
todos me perecen extraños, todos son personas que no conozco a quienes ni
siquiera puedo decir buen día, detenido allí pienso que solo es Dios quien me
sostiene en tierra de extraños. El semáforo cambia de luz roja a verde,
continuo caminando hasta el lugar donde espero el vehículo que me lleva al
trabajo diario llego a mi lugar de trabajo me encuentro con mis compañeros de
trabajo, tomamos unos mates juntos, conversación tras conversación llegamos a
hablar de Dios y su palabra. Me quedo impresionado de la cantidad de conceptos
que tienen de Dios, no todas las personas son reacios a Dios, todavía hay gente
que necesita creer, todavía hay gente que cree que Dios es la única respuesta
que este mundo tiene para sus planteos de la existencia, mientras debatimos (mate de por medio) encuentro la
respuesta a mi planteo en el semáforo, ¿Qué estoy haciendo aquí? Bueno esto,
trabajando para sostener a mi familia ya
que es mi primer responsabilidad, pero también he venido a este lugar para
estar con gente que no conozco para llevarles un mensaje que si conozco muy
bien. Creo que allí se cumple la responsabilidad misionera, yo no soy un
misionero asalariado, ni respondo a ninguna denominación, en completa libertad
puedo hablar a los demás. Pensando nuevamente en esto veo y noto que es Dios
quien hace esto en mí como en otros que han entendido la obra misionera
enviándonos a hablar nada más que a eso, en medio de situaciones comunes de la
gente, entre ellos y no desde afuera. Mis compañero se han transformado en
aquellos con quienes comparto momentos comunes como la de cualquier hombre,
pero yo con una tremenda responsabilidad la de llevarles no un mensaje religioso
sino la verdad del evangelio de Cristo, para esto Dios me a traído aquí. Y fue
esto lo que aprendi una mañana que comenzó a las 5:15.
“no me avergüenzo del evangelio,
porque es poder de Dios para
salvación
a todo aquel que cree;”
Romanos 1:16
Mario Griguelo
17/6/2012